Audiencia de los reyes, la princesa de Asturias y la infanta a Teresa y Angelines López Pernía. | I. M.

“¿Adónde va Teresa?”. Hacía rato que la ceremonia de la entrega de los Premios Princesa de Asturias había concluido. Los 44 asistentes al acto se habían congregado con la familia real en un salón del Hotel Reconquista. Se formaron grupos que charlaban. Los reyes se interesaban indistintamente por unos y otros asistentes. Teresa López Pernía, la madre de la médico de Santa Cristina de la Polvorosa, y su hermana Angelines estaban fatigadas. La jornada había sido emocionalmente intensa. Decidieron recogerse.

A cinco metros de distancia la reina Letizia vio como las hermanas se disponían abandonar la sala. Dejó el grupo con el que charlaba y se dirigió hacia ellas tomando del brazo a Teresa. “Perdona que te toque. ¿Ya os vais?”.

“Humanidad. No han parado de repetir esta palabra. La humanidad de los reyes. De doña Leticia. Del rey. También de doña Sofía”. Anabel, sobrina de Teresa y prima carnal de Sara Bravo, fue ayer la voz de su tía. Recién llegadas a Santa Cristina de la Polvorosa desde Oviedo, las dos hermanas se refirieron así a los reyes para explicar su interés en conocer su historia, al trato que la familia real les había dispensado en un aparte inesperado en ese salón del hotel, al intercambio de recuerdos con la reina Sofía por el accidente que en 1979 la había llevado al pequeño pueblo a orillas del Órbigo donde habían fallecido 45 niños y cuatro profesores.

Un coche oficial “desinfectado y sellado” recogió el sábado por la mañana a las dos hermanas y las trasladó a Oviedo. La Universidad de Valladolid había propuesto que la madre de Sara Bravo, la médico más joven (28 años) fallecida en Alcázar de San Juan (Ciudad Real) por el COVID-19 por trabajar en la primera línea de la pandemia, estuviera presente junto a otras siete personas en los Princesa de Asturias y recogiera el premio de la Concordia concedido a los sanitarios españoles por su labor durante el estado de alarma.

“Ella como madre hubiera querido ver a su hija estar en esos premios y ganar otros muchos, no tener que recibirlo a título póstumo”, explica su sobrina Anabel.

La emoción por el orgullo y el dolor de Teresa se hicieron sentir al llegar al Hotel Reconquista. En el photocall donde varias decenas de fotógrafos esperaban a tomar imágenes, Teresa rehusó detenerse impedida por la emoción. Poco después las dos mujeres, de sobrio luto, asistieron a la audiencia con los reyes.

La cuarta de ocho hermanos, Teresa nació en Santa Cristina de la Polvorosa hace 62 años. Abandonó la localidad por Alcázar de San Juan tras contraer matrimonio. Allí tuvo su primer hijo, José Luis. Nació con una discapacidad. Teresa lo sacó adelante en solitario hasta que nació Teresa 12 años después. En la misma soledad crió a ambos.

“Mi primo José Luis está en un centro en Murcia muy bien atendido. Mi tía siempre confió en que Sara con su formación pudiera ayudarlo”, prosigue Anabel.

La reina Leticia escuchó este sucinto relato de la vida de Teresa. De cómo había sacado adelante a sus hijos. Avisó al rey para que escuchara la historia de Teresa. Una historia de “fuerza”, de “fortaleza”, dijeron.

Los reyes ofrecieron a la madre de Teresa la ayuda que pudiera necesitar. También la vicepresidenta del Gobierno, que al igual se había interesado por las dos mujeres, le ofreció llamar a Moncloa si algo necesitaban.

Un coche oficial “desinfectado y sellado” esperaba por la mañana a las dos hermanas a las puertas del Hotel Reconquista para traerlas de vuelta a Santa Cristina de la Polvorosa. La azafata de la Fundación Princesa de Asturias que las había acompañado en todo momento desde que habían llegado las despidió allí. Al llegar al pueblo obsequiaron al conductor antes de que regresara. Entonces su tía y su madre le contaron a Anabel esta historia de “fuerza” vital y de la “cercanía y humanidad” que los reyes les habían transmitido.