Recolección de pimientos en una huerta alistana.| Ch. S.

Una familia se afana en recoger las patatas crecidas en este año de pandemia en su huerta. | Chany Sebastián

Brócoli casi listo para ser cosechado. | Ch. S.

La comarca de Aliste da la bienvenida al refrescante otoño con la llamada “cosecha para un año”, una tarea donde las familias recolectan los frutos de la huerta que, guardados a buen recaudo en despensas, tenadas y paneras, aguantarán invierno y primavera para en abastecerles en muchos de los casos hasta la llegada del verano.

Desde tiempos de la Guerra Civil ni los más ancianos recuerdan un año tan atípico y complicado como 2020, donde el estado de alarma y el confinamiento originados por la crisis sanitaria global de coronavirus marcaron a su ritmo los tiempos del labrado y siembra al no poder salir de casa para preparar los terrenos, algo que no se permitió hasta el 1 de mayo.

La situación actual de la COVID-19 en España y Portugal aventura cuando menos un otoño y un invierno difíciles que, sin lugar a dudas, en Aliste serán más llevaderos con reservas agroalientarias para más de siete meses, las cuales se complementarán ya en diciembre con la matanza y sus jamones, lomos, morcillas botillos, tocinos y chorizos.

Mal año de garbanzos, pues Estos, manda la tradición que hay que sembrarlos entre el Cristo de Marzo (día 19 ) y Jueves Santo, una vez liberada la cortina de las nabizas. Imposible, pues el estado de alarma comenzó el 14 de marzo y hasta mayo no se permitió volver al huerto. Solo algunos, muy pocos, los considerados agricultores a título principal pudieron sembrar los pedrosillanos a tiempo y recoger una cosecha normal.

Las patatas de secano sufrieron la misma suerte en aquellos pueblos donde esa es la única alternativa al no haber ríos o arroyos para regarlas en verano.

Terminado el confinamiento llegaron las prisas y prácticamente en días consecutivos hubo que limpiarse las huertas, ararlas y sembrarlas, algo que no es normal: “La huerta requiere sus tiempos, la limpias de hierba, se orea y la aras, luego le echas el estiércol y vuelves a ararla para taparlo y dejarlo al menos una semana antes de sembrar. Lo que antes hacíamos en un mes este año se hizo en media semana”, afirma un Atilano Silveira.

Aun plantándose tarde y en algunos casos mal, la cosecha “está siendo buena”, aunque tardía: “Los tomates otros años se maduraban a mediados de julio y este año en algunos pueblos no los hemos podido comer hasta finales de agosto; las judías, también se retrasaron tres semanas hasta primeros de agosto”.

La cosecha de patatas de regadío para muchos “ha sido muy buena, muchas y grandes, y ha sucedido algo que nunca había pasado: no salió ni un bicho y no hubo que echarle nada. Son naturales al 100% y no se secaron las hojas hasta septiembre, por eso se retrasó un poco la cosecha”. Algunas familias se quejan de lo contrario: “A las mías no sé qué les pasó, se comenzaron a secar a mediados de agosto, están entiñecidas, pocas y pequeñas”. Las “holgazanas” son las preferidas y se guardan libres de la luz para que aguanten hasta que salgan las nuevas en julio de 2020.

Si hay algo que no falla son las cebollas, “una planta que requiere mucha atención pero pocos trabajos, solo hay que estar pendientes de no dejar que se llenen de hierba, cavarlas cada quince días para que la tierra esté suelta y crezcan a su gusto y regarlas de vez en cuando, poco, no quieren mucha agua, que no pasen sed pero nunca ahogarlas, eso es malo”, asevera María Fernández Sutil. Las “valencianas”, “matanceras” y “moradas” son las preferidas y ya están a buen recaudo colgadas de las escarpias de los “machones” del corral.

Buen año de pimientos (italiano, morrón y nora) que una vez alcanzan su característico rojo se cortan. Al producirse mucha cantidad hay que buscar alternativas para conservarlos, parte de los morrones se asan en la lumbre de leña de jara o encina y se guardan en tarros de cristal. Otra parte se lavan solo con agua, se dejan secar y troceados, se meten en bolsas y se congelan. En el caso de las noras, como los pepinillos y las guindillas, se conservan en vinagre.

El tomate es un producto tan exquisito como perecedero, muy difícil de conservar, por lo que se opta por su conversión en salsa. Las variedades más cosechadas en Aliste son “marmade”, “tres cantos” y “corazón de buey”, y en los últimos años ha entrado con fuerza el “rosa de Barbastro”. En Valer se cosechó un tomate de 1 kilo y 365 gramos de peso y en Mellanes José Cruz una calabaza “llena de Nápoles” de 22 kilos. Los fréjoles verdes se conservan embotándolos o congelándolos directamente.

En calabazas, para cocidos y purés, la preferida es la variedad “cacahuete” que se amolda muy bien a las huertas de la ribera de los ríos Aliste y Frío y que guardada en las “tenadas” en lugares secos y oscuros se mantienen sin problema ninguno aptas para su consumo hasta junio del año siguiente. También la “vasca” (larga) y en calabacín el “black beauty”.

Antaño y también hoy uno de los platos preferidos para los días fríos de invierno eran las “berzas con patatas”, un producto que aguanta en la huerta incluso durante las frías heladas y nevadas de invierno. La propia de Aliste es la “verdiñal” (Gigante Caballar), en muchos pueblos ya desaparecida, donde ha ganado adeptos la “asa de cántaro” y la “col rizada”. En remolacha la preferida es la “roja de Egipto”.