José Antonio Vega, sayagués de Gáname (1962), ejerce el periodismo económico como director de uno de los diarios de referencia: Cinco Días. Licenciado en Ciencias de la Información por la Universidad Complutense, Vega hizo sus pinitos en El Correo de Zamora junto a Lucía Méndez, que también dio el salto al ruedo nacional. Este periodista sayagués tiene muy presente de donde viene, por eso e Gáname encuentra un remanso de paz, si cabe hoy más agradecido. “Voy siempre que puedo, aunque ahora no con la misma libertad que antes”. Se refiere a la pandemia, en plena ebullición y golpeando fuerte en Madrid.

­–Como buen sayagués tiene muy presente sus orígenes y el apego a la tierra que le vio nacer.

–Eso es muy propio de todos los castellano-leoneses en general, pues muchos somos de pueblo. Nosotros no solemos ejercer esa especie de nacionalismo pequeño, un poco grosero, que hacen en otros sitios. Nos consideramos más cosmopolitas, entre otras cosas porque de manera generalizada hemos tenido que salir de nuestra tierra a buscar las oportunidades fuera. Eso es seguramente el gran defecto de nuestra tierra, que no proporciona posibilidades a la gente joven. Y no es de ahora. Desde que España inició en los 60 un despegue de la economía, sobre todo a nivel industrial, Castilla empezó a desertizarse poco a poco.

–Usted mismo es un hijo de ese éxodo casi obligado, ¿no?

–Sí. Mis padres se han dedicado al ganado y a la tierra. Somos cuatro hermanos y uno se quedó con la explotación familiar, los demás salimos fuera.

–¿Cómo fueron los derroteros por el mundo del periodismo?

–Mis inicios fueron en El Correo de Zamora haciendo prácticas en el verano de 1983. Después empecé a trabajar en el ABC de Madrid, donde estuve dos años en la sección de Economía y de ahí salté a Cinco Días. Hasta hoy.

–El periodismo económico quizás ha sido un poco el “verso suelto” de esta profesión tan aferrada a la batalla política y social.

–Es una disciplina donde puedes hacer muchas veces abstracción de los rifirrafes políticos. Desde un punto de vista más profesional nos centramos en la economía, entendida también como una disciplina de oportunidades de la gente, la exportación, el empleo, los impuestos, la sanidad...

El gran defecto de nuestra tierra es que no proporciona posibilidades a la gente jóven y eso lo arrastramos desde los años 60

–Pero a final todo eso se termina también muy politizando.

–Por supuesto, pero se puede hablar de todo ese tipo de conceptos de manera bastante profesional y ajena a las peleas políticas y a los componentes más ideológicos. Eso es lo que a mi siempre me ha gustado de este tipo de publicaciones.

–Antes el periodismo económico discurría tan al margen que hasta se “vendía” en páginas salmón, como que no iba con el común de los lectores. En cambio hoy impregna prácticamente todos los aspectos de la vida.

–Claro, porque hemos tenido dos crisis feroces, la del año 2008 al 2013 y la actual que recuerdan a la gente cuán importante es la economía y en este caso también la salud, y además la relación directa que tienen. La pandemia ha hecho ver la necesidad de cuidar la economía, que no se pueden tomar decisiones a la ligera. A fin de cuentas lo importante es que haya mucho crecimiento económico porque eso significa empleo, riqueza y muchas oportunidades para la gente joven. Cuidar la economía es fundamental y si funciona, el país funciona, si no tenemos un problema.

–Esto ha cambiado tanto que hemos pasado de ser totalmente ajenos a las grandes cifras macroeconómicas a familiarizarnos con conceptos como la prima de riesgo, el euribor o el IBEX 35.

–Ha cambiado muchísimo, pero sigue siendo una asignatura pendiente la necesidad de que haya una penetración de la formación económica básica, sobre todo en los jóvenes. Se están haciendo esfuerzos en los últimos años; el Banco de España ha hecho programas de formación para los jóvenes, algo que me parece fundamental porque la gente tiene que saber qué conceptos de la economía no se pueden tocar.

–¿Por ejemplo?

–Ese tan simple de no gastar nunca lo que no tengo. Porque si tengo que endeudarme empiezo a depender de otras personas y seguramente habrá algún día que perderán la confianza en mi si creen que no les voy a pagar. Para no llegar a esos extremos lo lógico es no gastar nunca lo que no tienes. Tener en cuenta que la inflación cuanto más baja sea mejor para que no haya una devaluación repentina de los salarios, para que el poder de compra se conserve. Esto, en los países europeos y sobre todo en los que tienen tradición religiosa calvinista, es algo muy extendido. La seguridad, el valor del dinero. En España el único concepto económico que hemos entendido desde el principio es el de la propiedad inmobiliaria. Todo el mundo a comprar casas, la gente solo ve valor en los ladrillos y no se trata de quitarle esa ilusión, pero ya hemos visto lo que nos ha pasado por habernos excedido al invertir todos nuestros ahorros pidiendo créditos a 20-30 años. Eso es tanto como gastar lo que no tienes.

–Y además dependiendo de los vaivenes de un mercado que, con la economía globalizada, ya no se controla.

–Sí, viene desde los 90 sobre todo con la irrupción de los países asiáticos, muy especialmente China, en todos los circuitos económicos mundiales. Eso va en paralelo a la penetración tecnológica y a los movimientos del capital, que se mueven con la velocidad de la luz, con solo tocar un clic en un ordenador. Todo eso compromete una serie de componentes en la economía de un país que dejan en suspenso la soberanía nacional. Tu economía no funciona como tu quieres sino como todo ese tipo de fuerzas de la globalización digan que funcione. Aquí la crisis financiera llegó porque habíamos cometido muchos errores y excesos, pero no nos olvidemos de que estalló en Estados Unidos.

Lo bueno es que el territorio rural no se limite exclusivamente a un destino turístico sino que sea un destino profesional

–Y ahora se suma un nuevo “invitado”, el COVID 19, ¿cómo afectará al escenario económico y social en el futuro?

–La pandemia ha arrasado las economías de todo el mundo, y más en un país como España, donde existe un componente social y una forma de vida que tiene mucho que ver con el contacto entre personas, las relaciones humanas, con vivir en la calle, los restaurantes, bares, salas de ocio, playas. ¿Tenemos que cambiar nuestro modo de vida? Creo que no, hay que tratar de conservarlo porque, entre otras cosas, es una atracción turística. Pero ya no dependemos solo de lo que ocurre aquí sino de muchas fuerzas que no manejamos.

–¿Entonces no habrá un antes y un después de la pandemia?

Al final la gente tenderá a hacer lo que hacía antes, va a seguir saliendo a la calle, entre otras cosas porque eso va a recuperar la economía. Y ahora mucha gente está trabajando en su casa, mismamente en nuestras redacciones, aunque es verdad que no es la mejor forma de hacer un periódico.

–El periodismo es un oficio que necesita de la colectividad, el contraste, el debate, ¿no se pierde todo eso cuando se está desvinculado de la Redacción?

–Desde luego. Porque de ese debate en la Redacción surgen muchas ideas y la búsqueda de pistas nuevas sobre la información y análisis de las cosas. Los periodistas capturan mucha información de contactos directos con la gente, no a través del teléfono o de información oficial, y sin embargo ahora no pueden quedar a tomar un café. Nuestros colegas antiguos decían que las noticias estaban en la barra del bar. Cómo te enteras de las cosas si no conversas; todo eso nos ha cambiado, pero la sociedad va a volver lo antes que pueda a trabajar como antes.

–¿Cómo se van a curar las heridas que deja el COVID en la economía?

–España no tiene suficientes recursos para hacer frente lo que nos está pasando. La prueba bien evidente es que la Unión Europea ha puesto a nuestra disposición 140.000 millones de euros para que podamos recomponer la economía. El presidente ha anunciado que nos vamos a gastar 70.000 millones en tres años para poder sacar esto adelante. Ojalá lo logremos. Pero hasta llegar a ese momento hemos necesitado poner en marcha recursos de 150.000 millones de euros adicionales para pagar los ERTE, las cotizaciones de las empresas, para proteger a las empresas de la quiebra. Ese dinero hay que pagarlo y España no lo tiene. El país va a acumular unos niveles de deuda pública muy difíciles de manejar en el mercado. Es verdad que en el rebrote España está teniendo, de momento, peor suerte que otros países. Pero Italia no está mejor en términos de endeudamiento, Portugal tampoco y Francia tiene una deuda que es de más del 100% del PIB; no es un problema solo de España. La clave está en si tiene músculo financiero para pagar esa hipoteca.

–Muchos sectores están afectados, pero por hablar de lo nuestro la prensa también paga un alto coste, a pesar del enorme esfuerzo que se está haciendo por mantener informado al lector. 

–El problema es que la crisis no es de ahora, venimos arrastrando otra anterior. En el caso de los medios de comunicación todo el proceso de digitalización de la economía en los últimos 15 ó 20 años los ha dado la vuelta como un calcetín. La irrupción de Internet para el tránsito de información se ha generalizado de tal manera que todo el mundo ha competido en la captura de lectores, a lo mejor sin importarles que eso tenía un coste y ahora no tiene fácil recuperación.

–Una de las grandes cuestiones que se plantean en el gremio es qué va a ser del papel en este mundo digital.

­–Las generaciones jóvenes, sobre todo, capturan la información por vías que hace veinte años no podíamos imaginar. Nadie iba a pensar que los periódicos en papel se iban a quedar casi como un pequeño tesoro en los quioscos. Sin embargo pienso que para los periodistas son tiempos diferentes, no digo peores. Todas las empresas periodísticas han hecho un esfuerzo descomunal en cambiar la mentalidad. Ahora las noticias se elaboran en minutos y se sueltan a la red, antes había un poco más de sosiego, tanto para la captura como para la elaboración y el análisis de las cosas. Ahora es todo súper rápido y manteniendo además todos los soportes abiertos, las web, las redes sociales y por supuesto el prestigio que tiene una cabecera con su publicación en papel. En medio de la revolución se cuentan con los dedos de una mano las publicaciones en papel diarias que han cerrado desde 2008 para acá. Los profesionales se han adaptado, han duplicado el esfuerzo atendiendo la publicación en papel y la digital, y en general con calidad. En cambio los ingresos no se han incrementado con la misma velocidad.

Con buenas telecomunicaciones habría mucha gente que volvería a los pueblos, es calidad de vida

–La capacidad de llegar a través de Internet es infinita y eso también ha dado un protagonismo a la prensa local que antes no tenía.

–Es verdad que el periódico local sigue conservando un apego a la tierra y a la cercanía de la gente que no tienen los medios nacionales. El hecho de estar muy pegado al lector es una ventaja para prolongar con cierta solvencia la vida de las publicaciones en papel. Porque el periodista local sabe lo que le preocupa al lector. Sin embargo los nacionales no estás tan pegados al terreno y ese vínculo emocional es menos dinámico.

–La prensa nacional está poniendo el foco en la España rural, se nota una visibilidad hasta hace poco inexistente, ¿a qué achaca este interés?

–Con la pandemia hay mucha gente que ha vuelto a los pueblos. Es verdad que se ese busca refugio, sobre todo si se puede teletrabajar. Sería bueno que se intensificara, no por el imperativo categórico de la pandemia sino porque la gente empezara a apreciar que hay un valor y una forma de vida que se ha perdido. Ojalá crezca y que las zonas más deshabitadas se reconstruyan un poquito, porque sino al final los pueblos se quedan como un refugio de la tercera edad. Los que vivimos en grandes ciudades pero que hemos nacido en pueblos pequeños siempre conservamos ese nexo y siempre vamos a volver porque es nuestra niñez y nuestra juventud, nos gusta volver y sabemos el valor que tiene. Son sitios donde se trabaja mucho, donde se aprecia el valor del esfuerzo, el afán de superación que hoy en parte en la juventud se ha perdido.

–¿Dónde está la solución para la España despoblada?

–Entiendo que las grandes compañías se instalen donde tienen mano de obra cualificada, una buena red logística para distribuir lo que producen y a ser posible cerca de los grandes núcleos urbanos, que son los que consumen. Pero hay muchísimas cosas que la tecnología facilita desde cualquier punto del país con una buena red de telecomunicaciones.

–Ha dado en la clave, es una de las grandes batallas de los pueblos, considerar Internet como un servicio público.

–Es que todas las cosas que ahora se pueden hacer sin necesidad de estar en un núcleo urbano, cuanto más se descentralicen mejor para todos. Porque mejoraremos en calidad de vida y equilibraremos las oportunidades territoriales. Con una ramificación de las redes de comunicación hay muchísimas cosas que se pueden hacer desde escenarios que hace 20 años no se podía y eso le daría otro aire a las zonas más despobladas. Y que el territorio rural no se limite exclusivamente a un destino turístico sino que sea destino profesional.

–Eso revertiría la curva demográfica que en Zamora lleva años en picado.

–Lamentablemente así es y eso hay que frenarlo. Insisto, con buenas telecomunicaciones habría mucha gente que volvería a los pueblos. Poder trabajar desde un ordenador con un teléfono mejoraría su calidad de vida una barbaridad. Eso hay que complementarlo con un buen sistema educativo al alcance de la mano y que no haya menoscabo en la salud, un sistema sanitario que funcione bien. Pero no basta con predicar, hay que hacerlo. Y todo el dinero que se gaste en este objetivo serán bien invertido.