Estos días, se ven niños, muchos niños, en las calles de los pueblos. No paran. Corren, montan en bici, juegan, chillan, se arrean sus buenas caídas, lloran, van a buscar a sus padres, se pasan horas y horas sentados a la sombra con sus móviles, sus tablets y demás aperos modernos, entran en manada en los bares y piden hasta que acaban el euro que llevan en la mano, vuelven a salir al galope…

Viendo las evoluciones, alegres, desenfadadas, propias de su edad, de estos “locos bajitos”, que diría Serrat, uno no puede por menos de decir para sus adentros: “¡Ay, si supieran la que les espera dentro de unos días!”. Mejor que, de momento, lo ignoren. Así evitan disgustos, sustos, depresiones y berraquinas. Que sigan trotando. Y gritando. Y disfrutando de la vida. Que ya nos encargaremos los mayores de amargársela o de quitarles sus ganas de disfrutar. Cosas de la vida, decimos. Y nos quedamos tan tranquilos, como si en la vida tuviera que prevalecer siempre un lado oscuro, duro, pesimista.

Ese lado, para críos y currantes, suele tener su máxima expresión en septiembre: fin de vacaciones, regreso al curro y vuelta al cole. La realidad. El adiós al espejismo, al oasis, del verano. Nada nuevo. Bueno, este año de gracia del 2020, sí. Es casi todo nuevo, todo incierto, todo desasosegante. Y ahí entran en juego los “locos bajitos” y lo que se ha hablado de ellos estas últimas semanas. Menos mal que no se han enterado y han seguido a lo suyo, a pasárselo bien sin preocuparse de nada más. Carpe diem, que aconsejaban los romanos. De lo contrario, si hubiesen sabido de los tejemanejes que se urdían con la reapertura de las escuelas, habrían pedido hora al psiquiatra o estarían haciendo cola en la consulta del psicólogo.

–Pues claro, es para volverse locos. En qué cabeza cabe que cada autonomía, y son 17 más Ceuta y Melilla, elabore un protocolo, o como se llame, y unas normas propias para la vuelta al colegio, se queja el señor Praxiteles, que tiene un nieto en Móstoles, otro en Rentería, dos en Hospitalet y una nieta en Zamora.

–Y cada cual a su bola; se ponen a hablar entre ellos y, en cuestiones de Historia, no hay forma de que se entiendan; en unos sitios la enseñan de una manera, en otros de otra…Igual pasa con lo del curso nuevo, parece que viviéramos en países distintos, tercia el señor Císculo, que también tiene nietos pequeños repartidos por media España… menos por estos pagos; aquí no se quedó ningún hijo.

–Bueno, parece que el Gobierno central y los de las autonomías llegaron el jueves a un pacto y la cosa se ha aclarado algo; ya veremos, aunque yo no acabo de fiarme del todo porque ya hay algunos que están enseñando la patita.

–Sí, ya he leído que los vascos se abstuvieron y que los catalanes mostraron reservas. Están más o menos de acuerdo con lo fundamental, pero, amigo, dicen que se invaden sus competencias y que, en educación, ellos y solo ellos, como si de Burgos para arriba o del Ebro para allá los muchachos fueran diferentes y tuvieran que llevar las mascarillas en vertical y sujetas en el flequillo y en la barbilla.

Las reflexiones del señor Praxiteles y del señor Císculo nos las hacemos muchos. ¿Era tan complicado llegar a un pacto sobre la vuelta al cole?, ¿se puede hacer causa belli de la edad para que los niños empiecen a llevar mascarillas?, ¿hay alguien que discrepe de la necesidad de lavarse las manos con frecuencia (han acordado que sean al menos cinco)?, ¿se puede estar horas y horas discutiendo sobre dónde y cuándo hay que tomarle la temperatura a los niños?, ¿no habíamos quedado, hace meses ya, que es básica la educación presencial, siempre que se pueda, claro, y que el cierre de un aula, y ya no digamos un colegio, solo se hará en casos extremos?, ¿no ha habido tiempo durante todo el verano para negociar con profesores, padres, sindicatos, etc las medidas a aplicar?, ¿o es que aquí cada cual quiere dejar su sello, su impronta, y demostrar que es más listo que el de al lado y hace las cosas mejor, mucho mejor, donde va a parar. Quizás sea esto último lo más turbador. O sea que haya autoridades más preocupadas por decir aquí mando yo que por la educación y la salud de los niños que tienen a su cargo. Y eso sería grave, demasiado grave.

Y los críos, mientras tanto, jugando y divirtiéndose sin pensar en ese mañana raro que les espera. Menos mal que no se están enterando de nada. La ventaja de ser niños y de creer en los Reyes Magos. Este año les pedirán mascarillas chulis… y sensatez para los mayores. Falta nos hace.