Pascuala. 109 años. Nacida en Trabazos. Este periódico nos ha acercado a todos, a través del reportaje del amigo Chany, el último cumpleaños de la abuela de la provincia, rodeada por su legión de familiares y amigos. No la conozco, aunque me gustaría. ¡109 años, que se dicen pronto! Pero el tiempo vivido le parece poco. Es la misma sensación que acompaña a la inmensa mayoría de las personas a partir de una determinada edad. Me pongo en la piel de Pascuala e imagino los recuerdos, las sensaciones, los percances, las anécdotas, etc., que ha vivido en esos lugares donde ha escrito su biografía personal y familiar, tejida con los hilos de cada momento histórico y que han quedado registrados en el cajón de la memoria personal y colectiva. Hablar con Pascuala tiene que ser como emprender un viaje al pasado, una oportunidad única para bucear en la historia rural de los últimos 109 años de este país. Sentarse con ella, mirarla a los ojos y dejarla hablar tiene que ser una experiencia maravillosa. Le deseo lo mejor, Pascuala.

David. 90 años. Nacido en Santovenia del Esla, mi pueblo. Lo vi hace unos días en la puerta de su casa, en “El Barrero”, como se conocía y se sigue llamando al lugar que en otras épocas estaba ocupado por una laguna con agua permanente. Los 90 años de David son también un cuadro único, una oportunidad de oro, donde contemplar la historia de tantas familias españolas que han conocido, saboreado y sufrido los cambios y las transformaciones del mundo rural de este país: la guerra y la posguerra, los años del hambre, las durísimas condiciones de vida en los pueblos, las familias numerosas, las escuelas, la televisión en blanco y negro, el barro y los charcos de agua en las calles, las eras, la emigración, el teleclub, la modernización de los modos de trabajo, los tractores y las cosechadoras, la concentración parcelaria, el regadío, el abastecimiento y el agua corriente en las casas, la pavimentación de calles y plazas, la despoblación, las casas vacías, etc. Todo eso y mucho más lo he reconocido en los 90 años de David.

Ángel. 65 años. Lo conocí hace unos días por casualidad. Recorría con mi coche algunos pueblos de la zona oeste de Zamora cuando, por debajo de un pequeño puente de una carretera muy estrecha, cruzaba un rebaño de apenas 40 ovejas. Todas iban bien juntitas, como para protegerse del calor que a esa hora empezaba a quemar. A unos cien metros de distancia venía un señor. Paré el coche en mitad de la carretera y, mirando a las ovejas, le espeté: “¡Qué foto más bonita!”. A partir de ahí, la conversación empezó a fluir. En apenas cinco minutos de charla, me empapé de una lección de sociología rural: la importancia de los terrenos comunales, los problemas con algún vecino que cerca lo que no es suyo y que para evitar problemas es mejor no decir nada, las maldades de unos mastines ajenos con sus ovejas, la tranquilidad en los pueblos, la inminente jubilación y algunas cosas más. Pero lo que me más llamó la atención de Ángel fueron sus ganas de hablar. Gracias, Ángel, porque a veces cinco minutos te pueden salvar la vida.