Cuando parecía que en lo que resta de verano, y próximas estaciones, solo se iba a hablar del corona virus, de Trump, de Messi y de los, ¡ay dios!, próximos (o lejanos) presupuestos generales del Estado, de la Junta y demás instituciones, resulta que estalla el bombazo: CaixaBank y Bankia anuncian (sin anunciarlo oficialmente, claro) que están negociando su fusión. Y, como no podía ser menos, el gallinero económico, financiero y social se alborota. Todo el mundo a echar cuentas de lo que significa la citada operación y a elucubrar con otras similares. Nos aguardan días en los que nos van a salir las cifras por las orejas. Ya verán, ya.

Dicen las crónicas que la inminente fusión es bien recibida por Europa, por los principales partidos políticos españoles y por muchos expertos, que haberlos, haylos, aunque no falta quien asegure que los economistas solo aciertan con el pasado…y no siempre. Otros sectores y organismos no lo tienen tan claro. Entre ellos, Unidas Podemos, que teme la reducción del peso y la influencia del Estado en la nueva banca (pasaría del 62% actual a un 15%) y que ve más diluida aun su esperanza y deseo de un banco público.

Tampoco los sindicatos jalean la fusión. Hasta ahora, no se han opuesto frontalmente, pero han reservado su opinión final al desarrollo de las conversaciones sobre el futuro de los trabajadores de ambas entidades. Actualmente, las plantillas de CaixaBank y Bankia suman 45.000 empleados repartidos entre 7.000 oficinas. Las primeras estimaciones apuntan hacia una disminución de 8.000 puestos de trabajo (un 15%) y el cierre de 1.500 sucursales (25%). Obviamente, los sindicatos quieren saber las condiciones de salida (despidos, aunque sean encubiertos) de esas 8.000 personas antes de firmar nada y de apoyar, si no hay más remedio, la fusión. Se calcula que el coste de cada empleo amortizado será de unos 300.000 euros, así que echen ustedes cuentas del montante de la fusión en el área de las plantillas. Y piensen también en la incertidumbre y el temor que les han caído encima a los 45.000 de CaixaBank y Bankia que ya llevarán varias jornadas preguntándose: “¿Me tocará a mí?

Aunque de otra índole, hay muchos más interrogantes en el aire. Verbigracia: ¿qué pasará con el dinero público que hay en Bankia, unos 24.000 millones de euros? Esa cantidad corresponde a la pasta que tuvo que poner el Estado para que, tras la maravillosa gestión de Rodrigo Rato, Bankia no se hundiera del todo. Mariano Rajoy nos prometió solemnemente que el Estado recuperaría todo lo prestado, pero aquello, claro, fue en el Jurásico. Ahora, el Estado sigue teniendo un 62% del capital de Bankia. Con la fusión, pasaría a un 15%, pero, según los expertos, esto sería positivo porque la nueva entidad tendría mayores beneficios, seguridad, futuro, etc. Habrá que creerlos. Sin embargo, también aseguran (y se lo he oído a varios) que será muy difícil que el Estado recupere su dinero, al menos a corto plazo. O sea, que usted no cuente con su parte para gastar en las próximas navidades.

Lo de CaixaBank-Bankia ha disparado los rumores sobre nuevas fusiones. Y todos apuntan a que los dos bancos más poderosos (hasta ahora), Santander y BBVA, ya andan buscando novia: Sabadell, Kutxabank, Ibercaja, Liberbank, Unicaja…¡Ah, Unicaja! ¿Se acuerdan de cuando existían Caja Zamora, Caja León, la Provincial y la Popular de Valladolid, Caja Palencia, Caja Soria, Caja Salamanca y luego Caja España y Caja Duero? Ni rastro ya de ninguna. Ni del Círculo Católico de Burgos, ni de Caja Burgos, ni de Caja Ávila, ni de Caja Segovia, estas devoradas por Bankia porque, al igual que las burgalesas, no quisieron saber nada con las otras cajas de la región. Y eso que Juan Vicente Herrera pedía una caja única y hablaba del “músculo financiero” de Castilla y León para encarar el porvenir. Y ahora, todo nuestro “músculo financiero” en entidades foráneas y quizás mañana en el BBVA o el Santander o el Sabadell. Y la Junta sin ningún pito que tocar, sin capacidad de influir. Y, ya ven, entre CaixaBank y Bankia tienen aquí 1.592 empleados y 355 oficinas.

¿Y los ciudadanos? Pues, yo creo que con las manos sujetando sus carteras. Desconfían de estas maniobras. Cuando ha habido fusiones, absorciones y cosas así han salido perdiendo algo: obra social, comodidad, atención personalizada, pago de comisiones por casi todo, cierre de sucursales cercanas…Y recelan. Y recuerdan eso de “siempre pagamos los mismos”. ¡Viva el progreso!, ¡viva!