Aunque suelo ser de tendencia optimista, me aterra el otoño que se nos viene encima. Casi añoro aquellas épocas en las que se puso de moda lo del “otoño caliente” por la amenaza de huelgas, conflictos laborales y demás. Acababa agosto y ya estábamos en danza con la frasecita y con lo que significaba. A veces se quedó en simple escaramuza y no fue tan fiero el león como nos lo pintaban sindicatos y patronal. En otras ocasiones sí se confirmaron los temores y asistimos a momentos duros con paros, manifestaciones, despidos, interrupción de las negociaciones de los convenios colectivos… En fin, un “otoño caliente”. Pero, a mi juicio, nada que ver con lo de ahora y, especialmente, con algunos aspectos que están influyendo (a peor) en el presente y amenazan con arruinar nuestro futuro. Hay muchos. Veamos algunos:

1.-La pandemia ha marcado nuestro destino desde marzo para acá y, cuando nos habíamos relajado con el levantamiento de la alarma, ha vuelto para decirnos que quien manda es ella. Raro es el día en que no se baten récords de más focos y más positivos sin que se atisbe un frenazo. Y sin que tampoco se atisbe una coordinación eficaz entre administraciones. Nadie tiene culpa de nada. Todos han obrado y obran correctamente, pero… Tiemblo solo al pensar en la cantidad de aulas de niños y jóvenes que van a tener que ser cerradas, al menos un tiempo, por el positivo de un alumno. Ya ha empezado la plaga, incluso en el colegio de la princesa Leonor, que está confinada. Y llevamos solo un par de días del nuevo curso escolar.

2.-La falta de coordinación entre administraciones respecto a la lucha contra el Covid-19 es únicamente un ejemplo más de la bronca política que no solo no cesa, sino que, para escándalo del ciudadano corriente, se incrementa. En este clima, ¿alguien piensa que se van a aprobar unos presupuestos absolutamente necesarios para la reconstrucción y, sobre todo, para recibir el dinero de Europa? Sería un milagro comparable al paso del Mar Rojo por Moisés o a la multiplicación de los panes y los peces. Aquí todo quisqui pone vetos, quiere imponer condiciones, mezcla churras con merinas y está más pendiente de desgastar al rival que de sentar las bases para solucionar los problemas de la gente y atender a sus necesidades. Fíjense en lo ocurrido en la derrota del Gobierno al rechazar el Congreso convalidar el real decreto sobre los remanentes de los ayuntamientos por su superávit desde 2012, fecha en la que una ley de Cristóbal Montoro impide a los ayuntamientos gastar sus ahorros. El citado real decreto tenía imperfecciones pero, al menos, trataba de solventar un problema enquistado. El Gobierno central adelantaba 5.000 millones, se quedaba con ese superávit y se comprometía a irlo devolviendo. Menos PSOE, Podemos y Teruel Existe, todos en contra. ¿Y ahora? Nadie sabe ni contesta. Los ayuntamientos no pueden gastar ni un euro de los 15.000 millones que tienen de remanentes, no se benefician de otras mejoras como la ayuda al trasporte y, encima, tienen que pagar unos 70 millones anuales a los bancos por la custodia de esos dineros. Jugada redonda, oiga. Eso sí, PP, VOX, Ciudadanos, los nacionalistas de arriba y del este, los separatistas, etc, todos votando juntitos, cada uno con sus argumentos, faltaría más, para desgastar al Gobierno y obligarlo ¿a qué?, ¿a nuevas elecciones? Estamos como para meternos en campañas.

3.- Uno de los que no está ni para eso ni para otras acrobacias es el PP. Lo que se va sabiendo del caso Kitchen pone los pelos de punta: nada menos que 71 agentes y miles de euros de los fondos reservados para perseguir y vigilar a la mujer de Bárcenas y a otras personas de su entorno para hacerse con documentación comprometedora para el PP y su supuesta caja B. Y sobornando al chófer de Bárcenas para que les diera papeles. O sea, dinero público a mansalva para intentar tapar las vergüenzas de un partido. Y según el ex secretario de Estado de Seguridad, segundo de a bordo del Ministerio del Interior en aquella época, con implicaciones del ministro Jorge Fernández Díaz, de Dolores de Cospedal y del propio Rajoy. Y Pablo Casado limitándose a decir que él entonces era un simple diputado por Ávila cuando, en realidad, era vicesecretario de Comunicación del PP. Es decir estaba en aquella Ejecutiva. Dicen los entendidos que irán saliendo más cositas. Una delicia.

4.-Y por si fuera poco el lío interno, ahí tenemos a Trump y a Boris Johnson haciendo de las suyas. El primero atizando la violencia racial y buscando camorra por doquier. Y el segundo queriendo romper el tratado del Brexit. Una barbaridad que podemos acabar pagando todos, especialmente los británicos. Con líderes así no me extraña que el mundo esté como está. Y que el otoño meta miedo.