En una de sus portentosas y nunca bien ponderadas intervenciones, Isabel Díaz Ayuso sentenció algo así como que Madrid es una España dentro de España y que todos tenemos que pasar alguna vez cabe la Cibeles para ir al teatro, a coger el avión, etc, etc. Y uno se pregunta: si Madrid es España dentro de España, ¿los demás que somos? Hace tiempo que yo estoy convencido de que los pocos que vamos quedando por estos pagos únicamente somos tribus mesetarias supervivientes, pero, hombre, que te lo diga, rodeada de banderas y más banderas, la presidenta de Madrid, hija de abulenses, es para echarse a temblar aun más. Y no por la frase en sí- ¿se le ocurriría a ella sola o está detrás la mente de Miguel Ángel Rodríguez, su Rasputín particular?-sino por lo que refleja. Solo le faltó llamarnos paletos, pero todo se andará. Otro par de ruedas de prensa y se pone a cantar el famoso chotis del mexicano Agustín Lara, que comienza: “Cuando llegues a Madrid, morena mía; voy a hacerte emperatriz de Lavapiés/ y alfómbrate con claveles la Gran Vía/ y a regarte con vinito de Jerez”.

Y digo que me parece muy preocupante lo que suponen esas palabras (las de España dentro de España y demás, no las de la emperatriz de Lavapiés) porque revelan un supremacismo y una prepotencia muy parecidas a las de los chicos del pròces catalán. De hecho, ya hay quien llama a lo de Díaz Ayuso “el otro pròces” y no está mal traído, no, el motete. Ellos, unos y otros, juegan en Primera División y el resto a vegetar por donde pueda cada cual. Torra predica el independentismo aun consciente de que nunca llegará y Díaz Ayuso reclama medidas y tratamiento especial para Madrid porque Madrid es España dentro de España y los demás todavía andamos buscando nuestro destino en lo universal y sabe dios si lo encontraremos alguna vez. Y quizás cuando lo encontremos ya no quede nadie por estos andurriales y tengamos que llevar el Lago de Sanabria a Vallecas para que lo vea alguien y no se desperdicie tanta belleza sin admiradores alrededor.

Vallecas. He escrito casi sin querer Vallecas, pero aprovecho para recordar que estos días, con motivo de su confinamiento, hemos sabido que el Puente de Vallecas tiene, en solo 14 kilómetros cuadrados, unos 250.000 habitantes. Zamora, con más de 10.000 kilómetros cuadrados, anda por 170.000 y a la baja. Las previsiones del Instituto Nacional de Estadística (INE), conocidas esta semana, apuntan a que perderá el 17,5% de su población en 15 años. No es complicado sacar conclusiones pesimistas. Y tampoco lo es pensar en las barbaridades demográficas y de desarrollo territorial que se vienen perpetrando en este país desde los años 60 del siglo pasado. Lo sabíamos (y algunos llevamos criticándolo desde hace lustros, desde mucho antes de la España vacía), pero la pandemia lo ha puesto mucho más de relieve. Las primeras 37 áreas de salud madrileñas afectadas por las restricciones suman 850.000 ciudadanos, tantos como las provincias de Ávila, Palencia, Segovia, Soria y Zamora juntas. ¿Es posible mayor desigualdad, mayores diferencias? ¡Y aun exige Díaz Ayuso un trato preferencial, que equivale a decir más privilegios, más inversiones, más empresas, más instituciones!

Repito la observación: y los demás, ¿qué? Y encima tenemos que leer día tras día que la señora Ayuso anuncia bajada generalizada de impuestos, que se vienen a sumar a los raquíticos impuestos de sociedades que se pagan en la comunidad madrileña. En román paladino: competencia desleal, dumping institucional. Se quejan, y con razón, España y otros países europeos de que Irlanda aplica estas medidas para que tengan allí su sede social empresas que sacan los beneficios en otras naciones y resulta que eso mismo, exactamente igual, está sucediendo dentro de España. (Claro que Madrid es España dentro de España, etc y tal vez eso lo explique todo). Por cierto, aun no he escuchado a ninguno de nuestros gobernantes protestar por estas acciones de su correligionaria Ayuso y sus socios de Ciudadanos. Y eso que dañan a Castilla y León. ¿Quién se va a instalar aquí si en Madrid, que además tiene teatros, el Metropolitano y el Bernabéu, paga mucho menos?

Y también tenemos que oír que la presidenta madrileña pide y pide por esa boquita dinero al Gobierno central mientras hace la guerra por su cuenta e incumple todas las promesas de más médicos y ATS, más profesores, más rastreadores, más pruebas, más ayudas. Y hay muchos que la jalean, que la ponen como ejemplo, como la nueva Juana de Arco o Agustina de Aragón o Manuela Malasaña.

Así que si usted llega a Madrid, como tantos emigrantes de esta tierra, hágala emperatriz de Lavapiés. Y a ver qué pasa.