Es posible que si usted vive en Madrid o en alguna de las otras nueve localidades madrileñas afectadas por las restricciones, se acueste confinado y se levante libre de movimientos. Se fue a la cama bajo la orden del Ministerio de Sanidad y se desayuna con la última ocurrencia de Isabel Díaz Ayuso. Unos que sí; otros, lo contrario.

Es posible también que si usted coge el metro madrileño para un recorrido largo, entre confinado y salga como si no hubiera pasado nada. Cuando bajó al suburbano, regía la disposición de Salvador Illa; cuando volvió a la superficie, los jueces, atendiendo al recurso de la Comunidad de Madrid, habían sentenciado que no cabía tal medida. O sea, que mientras usted dormitaba en el vagón y veía pasar estaciones, su recorrido futuro estaba en el aire. En esta acera sí; en la de enfrente no y, al cruzar el paso de cebra, mediopensionista. Hay quien ya está pidiendo que los semáforos no solo sirvan para regular el paso, sino que incorporen un mecanismo que nos diga si podemos tomar algo en la barra del bar o si tiene la terraza como dios manda.

Tampoco es descartable que, visto lo visto, si usted monta en el AVE en Zamora esté confinado al llegar a Medina del Campo, lo desconfinen en Segovia y se apee en Chamartín sin saber si los túneles lo han colocado en una posición o en otra. Tendrá que preguntarle a algún empleado de esos que dicen “eg que” y te miran como si llevaras pintado el pueblo en la cara. Yo siempre les pido ayuda para sacar el billete del metro en esas maquinitas cada vez más complicadas. Ahora tendré que solicitarles información sobre la pandemia y sus consecuencias.

–Oiga, por favor, ¿estamos confinados o ya no?

–Hace cinco minutos estaba confinado aquel andén y este no; ahora la situación ha cambiado: estamos confinados los de aquí; los de allí ya pueden moverse, pero dese prisa, eh, que a saber.

Exageraciones e ironías aparte, uno no sale de su asombro al leer y escuchar las noticias que surgen cada segundo sobre la situación en Madrid y las batallas políticas que está generando. Dan ganas de gritar: “¡Que está en juego la salud, la vida, de mucha gente!”, pero eso lo dicen con frecuencia los propios contendientes antes de volver a la greña. A todos se les llena la boca con la defensa de la salud y con la vertiente sanitaria de la pandemia, todos parecen buscar el mismo objetivo, pero son incapaces de ponerse de acuerdo en lo más mínimo. Y cuando parece que lo han logrado, se anuncian recursos en los tribunales, desobediencias, matices, excepciones, agravios comparativos…Para volverse locos. Para desorientarse en un laberinto de los esperpentos que tiene confundidos, perplejos, patidifusos a los ciudadanos. Y que les está haciendo perder la confianza en las instituciones. Si Ayuso afirma y reafirma que el gobierno central quiere aterrar a los madrileños y que les persigue y no sé cuantas cosas más, habrá gente que se lo crea (sobre todo votantes del PP) y que deje de confiar (si es que confiaba algo) en Pedro Sánchez. Y si desde el Ministerio de Sanidad se dice que Ayuso está más interesada, siguiendo órdenes de Pablo Casado, en socavar al gobierno central que en la salud de los ciudadanos, no faltarán votantes de izquierda que lo hagan suyo y que, por tanto, rechacen, aun más, a la presidenta madrileña. ¿A quién beneficia esta guerra absurda y ridícula? Como no sea al virus, que se estará frotando las manos y se expande mientras las autoridades se pegan entre sí.

Es muy difícil entender estas broncas y más viendo los datos que nos llegan a diario, las recomendaciones de los expertos, los toques de atención de Europa, la incertidumbre y el miedo de la gente. ¿Es imposible un mínimo pacto cuando la situación lo exige y tantas y tantas voces lo reclaman?, ¿merece la pena jugar con la vida del personal por unos cuantos hipotéticos votos o por cuestiones meramente partidistas? En este aspecto, hay que alabar la actuación de la Junta de Castilla y León, que fue la única comunidad gobernada por el PP que, en el Consejo Interterritorial del pasado miércoles, votó a favor de la propuesta del Ministerio de Sanidad de marcar un límite epidemiológico para aplicar restricciones sociales más severas. La consejera de Sanidad, Verónica Casado, fue coherente con las peticiones y postura de la Junta, muy distintas de las que mantiene Díaz Ayuso con el respaldo del otro Casado, don Pablo. En contra votaron, entre otros, Madrid y Cataluña, es decir el pròces butifarra y el procés chulapón, la sardana y el chotis. Ya se sabe que la política hace extraños compañeros de cama, pero, hombre, tan extraños, tan extraños. Y si jordis y castizos han votado lo mismo, ¿no podrían los demás, o todos, ponerse de acuerdo e ir juntos contra el covid? Digo yo. ¿O es pedir la luna?