Covid 19. Responsabilidad individual y colectiva

La segunda oleada del Covid-19 ya está aquí y no sabemos cuánto durará, pero será mucho. Así como la primera oleada cogió desprevenidos a autoridades y ciudadanos, aunque ello no disculpe los errores cometidos en su gestión, esta nueva ola era perfectamente previsible y deberían haberse adoptado medidas que disminuyeran su impacto en la salud de los españoles, medidas que, visto lo visto, tampoco se han tomado y cuya falta es difícilmente justificable.

No es mi intención entrar en este artículo sobre responsabilidades políticas de la gestión, que las hay y muchas, sino dedicarlo a llamar la atención sobre las responsabilidad individual y social de todos y cada uno de nosotros, y especialmente de los jóvenes.

La Covid-19 es una enfermedad infecciosa que se transmite por diversas vías, por lo que es necesario adoptar medidas para evitar su difusión, medidas que van desde procedimientos muy sencillos como el uso de mascarillas, el lavado de manos y la distancia social, hasta medidas mucho más contundentes como el confinamiento que ya sufrimos en la pasada primavera. Lo importante es no retrasar la puesta en marcha de las medidas necesarias en cada momento.

Estas medidas tienen como fin evitar la propagación del virus para disminuir el número de personas infectadas y, por tanto, las enfermedades y muertes que produce, pero también se trata de evitar el colapso del sistema sanitario español, colapso que no solo afecta a las personas infectadas por el virus, sino también a los pacientes con otras enfermedades que eran los usuarios habituales del sistema y que, ahora, no pueden ser atendidos al dedicarse todos los esfuerzos a los pacientes Covid.

Por ello, es fundamental que todos los ciudadanos seamos responsables ante la emergencia sanitaria, social y económica que estamos viviendo y cumplamos las normas establecidas. Dada la situación actual de incremento notable de los contagios, y con los hospitales nuevamente a las puertas del colapso, cabe preguntarse que hemos hecho mal para que una parte muy importante de la ciudadanía no cumpla estas normas.

Lo fácil es disculpar los comportamientos irresponsables, decir que la población no dispone de suficiente información, que se debieron mostrar en toda su crudeza imágenes de lo que estaba sucediendo en los hospitales y en las unidades de cuidados intensivos. Personalmente creo que no es cierto, o al menos no lo es en su totalidad. Considero que existe suficiente información, aunque también es verdad que echo de menos campañas publicitarias continuadas en el tiempo, como las que desarrolla la Dirección General de Tráfico; el virus mata mucho más que los accidentes de tráfico y estaría más que justificado realizar ese tipo de campañas.

La situación es una consecuencia de la pérdida de valores y la falta de responsabilidad social de los ciudadanos, es el desprecio del bien colectivo frente a los derechos individuales, y si ello sucede en tiempos de normalidad, se acentúa más en momentos de crisis. No es cierto que vayamos a salir mejores de esta pandemia, lo que está sucediendo es que en muchas ocasiones está aflorando lo peor de las personas, la imposición del “Yo” frente al “nosotros” e incluso lo que es peor, el desprecio del “vosotros”.

Los principales focos de expansión del virus están resultando ser las reuniones familiares, la vida social en general y las fiestas (o las llamadas No Fiestas) en particular. ¿Por qué motivo se siguen celebrando reuniones familiares de todo tipo de las que se deriva la transmisión de la enfermedad para muchos de sus miembros? ¿Por qué motivo numerosos grupos de jóvenes no cumplen las normas y siguen organizando botellones y fiestas en la calle o en pisos? Son preguntas que tienen difícil respuesta, pero lo que es indudable es que o se corta la transmisión comunitaria, cuestión que depende de todos y cada uno de nosotros, o acabaremos confinados nuevamente.

Por ello no basta con llamadas bienintencionadas a la responsabilidad individual, dado que, aunque una parte muy importante de la población está cumpliendo rigurosamente las normas, otros grupos de población han demostrado de forma contumaz su irresponsabilidad y no van a cambiar su actitud en el futuro, salvo que se adopten medidas contundentes y se establezcan los procedimientos para vigilar el cumplimiento de las medidas y sancionar duramente a los infractores.

Una de las causas, pero no la única, que ha disparado el número de contagios ha sido el comienzo del curso universitario. No han servido de mucho las llamadas a la responsabilidad de los universitarios por parte de las autoridades académicas e, incluso, por parte de las asociaciones de estudiantes. Se han seguido realizando novatadas y fiestas, obligando al cierre provisional de la enseñanza presencial en algunos grados, y provocando la expulsión cautelar de colegios universitarios y de las facultades de un número importante de alumnos.

La USAL ha realizado un esfuerzo muy importante de adaptación para garantizar a sus alumnos la calidad de la formación ofertando una enseñanza presencial y segura, pero todo ello va a servir de poco si se siguen incumpliendo las normas establecidas, e incluso, si los alumnos las respetan en aulas y campus universitarios, pero después la incumplen de forma reiterada en su tiempo libre.

Es cierto que la etapa de la vida universitaria es, posiblemente, la mejor de la vida y no es menos cierto que una parte importante de esos años es la actividad cultural y social que tienen lugar en la Universidad y en las propias ciudades universitarias (en este caso Salamanca y Zamora), por lo que resulta perfectamente comprensible el disgusto de los alumnos, e incluso su resistencia a cumplir las normas, pero no es menos cierto que ellos deben comprender la magnitud del problema y asumir su cuota de auto-responsabilidad pues si bien ellos enferman y mueren en menor medida, sí son responsables de la propagación del virus y, por otra parte, van a sufrir el impacto en su formación que puede derivarse del cierre de la universidad.

Es preciso reiterar, para que no se olvide, que cada vez se infectan personas más jóvenes, que cada vez ingresan en la UCI personas más jóvenes y que ya se ha producido fallecimientos de personas jóvenes. El virus no discrimina y nadie está protegido, los jóvenes tampoco.

(*) Médico y Profesor Universitario