En reconocimiento al altísimo nivel de profesionalidad, y de amistad, de Emma, Tamara, Alberto y Víctor, fisioterapeutas de Recoletas Tres Cruces.

“Sostiene Pereira” que cierto es aquello que las Sagradas Escrituras nos “dicen” de que “no sabemos el día ni la hora”, Mateo 24, 42-51; y que poco, por no decir nada, lo tenemos en cuenta en nuestro proceder diario con los demás y con nosotros mismos, pues “otro gallo cantaría”, que dice nuestros sabios dichos populares; si actuáramos en consonancia con él. Si así fuera, seríamos más sensatos, más responsables, más prudentes, más comprensivos, más empáticos, mejores administradores de nuestro tiempo y demás bienes, potencialidades y posibilidades; más concienzudos en el cumplimiento de nuestras obligaciones profesionales, ciudadanas, familiares, de humanidad, de amistad, etc., e iríamos “más tranquilos” por la vida.

Y sucede, alguna vez, que cuando menos lo pensamos, estamos en el “box” lugar de privilegiada observación y análisis del proceder humano de los profesionales de la sanidad, del “vecindario” circundante, de la respuesta de las gentes que comparten apellidos, hasta de nuestros tenderos, si llega el caso. Y la verdad, si tuviéramos que calificar, como debiera de ser así para saber con qué “tropa” tenemos la suerte, o desgracia, más bien ésta, de codearnos; y actuar hacía ella; cuando llegue el momento, que llegará; en justa “correspondencia”, según la entrega, el tiempo, las gestiones, etc., que nos hayan podido prodigar; la “nota” sería de ” – infinito”; tal como lo posibilita el “análisis matemático”, el cálculo infinitesimal; o sea, muy por debajo del cero “patatero”; por la ínfima dedicación e interés que las personas vinculadas, en más o menos grado, con el paciente ubicado en el box, tienen. Y es que en el mejor de los casos, el tiempo que le ofrecen, solamente en los primeros momentos, unos poquísimos minutos para hacer gestiones imprescindibles, a través de unas mínimas llamadas telefónicas, o la adquisición de unas “boticas” o prendas de vestir indispensables. Y luego, “si te he visto, no me acuerdo”; a pesar de la gravedad de las lesiones del ocupante del “compartimento que se reserva a los enfermos ingresados en urgencias”, box, según la acepción 4ª, del Diccionario de la lengua española, de la RAE.

Y tengamos presente que “arrieros somos, y en el camino…”; que en los momentos extremos de la vida, se conoce a la gente, normalmente de escasísima talla, que el compartir apellidos no significa nada, ni obliga a nada, que no venga contemplado en el Código Civil, y siempre y cuando no haya causa justificada de ingratitud, como viene reconociendo, menos mal, la más reciente jurisprudencia, especialmente en lo relativo a la “desheredación”, arts. 848 a 857, del Real Decreto de 24 de julio de 1889.

Además, por si fuera poco, la madurez y la hombría de bien suelen brillar por su ausencia, cuando, por ejemplo, no se tiene interés en saber la evolución del percance de la persona “averiada”.

Y es que ponerse en el lugar de los demás, la empatía, el sentido de la humanidad, el afán de servir a quien más lo necesite, etc., escasea. Eso sí, la hipocresía siempre presente: “Ya sabes, lo que necesites”, con la “boca pequeña” y “pa quedar bien”; y como mucho, muchísimo, y en el mejor de los casos, hacen un “servicio”, y jamás vuelven a preguntar por la evolución de la fractura y, menos aún, insistirán en “lo que necesites”. Y otros más “jetas” si cabe: “Cómo no me lo dijiste”; y los superjetas, por no decir otra descalificación más grave, te ven, lo saben, a ti no te dicen nada, pero se lo “chivan” por ejemplo, a otros.

Y lo más sorprendente, es que la mayoría de estas gentes tienen pareja, hijos, etc., lo que me maravilla dado la nula madurez que demuestran, y que es altamente exigible para un mínimo desempeño digno de la convivencia y de la educación.

Y luego “berrearán” como ha cambiado “Pereira”; pues claro, “elemental, mi querido Watson”, con tales procederes, habrá un “antes y después” de haber pasado por “boxes”; en el sentido que, si “nos cruzamos por Santa Clara”, ni nos conocemos, ni “levantaremos el sombrero”. Como alguien dijo una vez, “despotricando”, “hasta siempre, Lucas ”.

Y tomen buena nota de todo lo que cuenta el periodista Pereira, pues lo que a él le acaba recientemente de acontecer, le pueda suceder, casi seguro, a los demás. Por cierto, tiene ya el “alta”, y se encuentra perfectamente recuperado. “Laus Deo”.

Y mi queridísima Tamara, espero que sigas dando “caña” en el pádel a los “feos”, buenos chicos, por otra parte, ya lo sabes, je, je, je.

Marcelino de Zamora