El personal le ha cogido el saborete a las terrazas que no tienen por qué ser de verano. Las terrazas deberían ser intemporales, eso sí, debidamente acondicionadas. La única forma que bares y cafeterías tienen de capear el temporal son las terrazas. Días como el de ayer ayudan. En cuanto el frío apriete y la lluvia haga acto de presencia, los bares y cafeterías de Zamora deberán hacer lo que han hecho otras en Valladolid o Madrid, instalar estufas y cortavientos. Y no se está mal del todo. El Ayuntamiento deberá ser más flexible porque el sector se está ahogando y es conveniente insuflarle aire. Zamora no puede ni debe permitirse un cierre más, ni siquiera el de una tasca por pequeñita que sea.

Parece que la Junta de Castilla y León se va a estirar y ayudará al sector en forma de subvenciones, cabe esperar que generosas, para la instalación de todos esos elementos que ayudan a prolongar la vida de las terrazas. Prefiero una calle bulliciosa, dentro de un orden, sobre todo en estos tiempos, que la soledad y el silencio que reina en tantas vías públicas de Zamora donde parece que no hay vida. Hay que garantizar como sea la total y absoluta actividad de estos establecimientos a lo largo y ancho del otoño-invierno. En verdad, que no podemos permitirnos más cierres. Resulta hasta escandaloso verlos cerrar permaneciendo con esa inacción propia de nuestras autoridades y de la propia sociedad zamorana que sólo se acuerda de Santa Bárbara cuando truena, en nuestro caso cuando ya ha caído algún rayo.

La generosidad de las instituciones debe ir mucho más allá. Cuando de ayudar se trate, hay que ser igual de generoso con el resto de sectores. Sin ir más lejos también con el comercio tradicional, el poco que nos queda y que se debería potenciar. Son los únicos establecimientos que cuando compramos en ellos, el dinero invertido se queda en Zamora. Deberíamos tener en cuenta estos detalles a la hora de lanzarnos a la búsqueda del artículo que sea. Cuando veo abiertas las puertas de Mardem, de Secundino García, de Conchita, de Virginia, de Trecce, de Sabina, de Joaquín Ramos, de almacenes Victoria, de Polo, de Casaseca, de Duque, de Leticia, de Matos&Berges, de Florentino, de Septiembre, de Lastra, de todas las firmas zamoranas que permanecen contra viento y marea, me llevo un alegrón de mucho cuidado.

Eso me ocurre cuando compruebo que los más golpeados por la pandemia, bares, restaurantes y cafeterías permanecen contra viento y marea. Y que lejos de abandonar, mantienen las terrazas que tanta vidilla dan a calles y plazas.