Bondad. Así en todo su concepto, te definiría yo, mi admirado, querido y hoy ya añorado paisano Tomás Mezquita Mateos, porque usted, ha sido una de las mejores personas que he conocido. Mi primer recuerdo de tí fue un día de finales de los años sesenta cuando apareció tu camión por Manzanera, allá en Valer, y paraste frente a la casa de la “Tí Romana”. Allí estábamos mi primo Sebastián, Justo y yo entusiasmados mientras le vendía a mi tío Germán aquella gran radio donde luego cada domingo escuchábamos Carrusel Deportivo y los goles de Amancio, Pirri y Gárate

Y si era invierno, allí estábamos todos los rapaces en la “Puerta del tío Jesús” cuando tu camión negaba a subir la “Cuesta de Ricardo” camino de Bercianos y la gente empujaba hasta que llegaba a la Portilla. Te adelantaste tu tiempo, compraste un camión cuando los caminos seguían siendo de herradura (carriles) y de rodera (piedra y tierra para carros), cuando el pavimento de las calles era muy noble: de polvo y barro. En mi casa como en todas el primer armario de cocina con cajones para todo era el de Tomás.

Lo confieso, siempre he admirado a la gente de mi tierra, a todos, a los que optaron por irse lejos y a los que optasteis por quedaros entre cumbres borrascosas y horizontes lejanos tan bellos como inciertos. Fuiste tu parte de esos alistanos y alistanas, que junto a los que se dedicaron a la agricultura y la ganadería, ayudasteis a mantener, –cuando aún estábamos a tiempo de salvarla–, a esto que ahora llaman la España Vacía.

Fidel Fernández y Alfonso Tola (San Vitero), Victoriano Matellán y Felipe Rivas (Rabanales), Demetrio Pérez (Bercianos), Aurelio y Emiliano Gabella (Fradellos), todos engrandecisteis nuestra historia, sencilla, humilde, pero que es la nuestra. Jubilado tu pasión era tu huerto de Ribas y los Cristos de Marzo y Septiembre donde compartimos esperas a la llegada de Teo para la misa. Adiós paisano tu labor, tu huela y tu memoria son imborrables y serán eternas.