Lo escuché hace unos días en una película. Una vieja película que no había visto nunca. Un filme del año 1949, ganador de tres “Oscar” y cinco “Globos de oro”, basado en una novela del premio Pulitzer Robert Penn, cuyo título es “All the King’s men”, dirigido con gran maestría por Robert Rossen.

En un momento determinado, el protagonista le pregunta a su más fiel colaborador: “¿De dónde sale el bien?”, y él mismo se contesta “¡Del mal!”. Lo dice Broderick Crawford que logra una impecable interpretación en el papel de Willie Stark. Un joven idealista esforzado en abrirse paso en el mundo de la política. Un hombre que lucha contra corruptores y corrompidos, en una tremenda batalla librada con la ayuda de un destacado periodista. Al final, se precipita por los acantilados que él había tratado de anular: los de la corrupción, la traición y la mentira. Aun así, o quizás por eso, logra llegar a senador. Desde ese cargo promueve múltiples obras públicas en el estado que representa y cumple las promesas que ha hecho a su electorado, aunque, eso sí, a costa de lo que sea, dejando tras sí un reguero de compra de voluntades y la desarticulación de su propia familia.

Willie Stark hace cuanto está en su mano para conseguir su ascensión al poder. Para ser admirado por el pueblo. Es un populista irredento que no puede hacer nada para evitarlo. Al descubrir la miseria que se esconde dentro de la política, llega a olvidarse de sus principios. Y llega al convencimiento que para hacer una tortilla antes hay que romper algún huevo.

En España, esta película no llegó a estrenarse hasta el año 1971, exhibiéndose exclusivamente en salas de “Arte y ensayo”. Y aunque algunos quisieron ver en ello una relajación de la censura, en realidad, el objetivo perseguido por el régimen franquista era el de sacar a la luz “las vilezas” que llevaba consigo el sistema democrático, en este caso el de los EE UU. De hecho, aquí se le llegó a cambiar el título, por aquello de que no apareciera la palabra “rey” por ninguna parte. Más que nada para no dar que pensar. De manera que le endosaron el de “El político”.

Esta historia, inspirada en hechos reales (La vida del senador Huey Long), hizo que en EE UU la película tuviera problemas de distribución, a pesar de los premios recibidos, pues por entonces (1950) empezaba la “caza de brujas” de McCarthy. Aquella que fue defendida entre otros, por Gary Cooper y Ronald Reagan (Que, años más tarde llegó a ser presidente de los EEUU. La misma que colocó en el punto de mira a los artistas e intelectuales de la “lista negra” donde se encontraban, entre otros muchos, Bertolt Brecht, Charles Chaplin o Frank Capra.

¿De dónde sale el bien? : ¡Del mal!, es una frase demoledora que implica una reflexión sobre el bien y el mal. Una forma de mirar las cosas desde distintos ángulos. Algunos positivos, como el que “del mal puede salir el bien”. Pero otros negativos, como que “el bien solo resulta posible si surge del mal”.

Personajes torvos, engañosos, sin escrúpulos, dispuestos a comprar y a ser comprados. Preparados para engañar a las masas. Algo que, desafortunadamente, no resulta extraño ahora, setenta años más tarde. Willie Stark (O el senador Huey Long, como ustedes prefieran) fue un personaje controvertido. Tan controvertido que pudo haber sido presidente de los EEUU, de no haberse producido su asesinato en un momento crucial de su carrera política. En un contexto no menos azaroso que cualquier otro de los acaecidos durante su agitada existencia.

No es de extrañar que al stablishment americano no le cayera bien entonces este filme, pues el autoritarismo que respiraba recordaba al fascismo que acababa de pasar por la vieja Europa, donde algunos países aún lo respiraban.

Willie Stark fue un personaje autoritario que hizo lo que le venía en gana en base a saltarse las normas, pero que, al fin y al cabo, cumplía sus promesas electorales, ya que, hizo construir hospitales, carreteras, y un sinnúmero de obras para los menos favorecidos. Una historia en la que se muestra cómo al pueblo solo se le deja ver el bien, pues la propaganda política impide que llegue a salir a la luz el quien y el cómo se ha gestionado.

La historia, tristemente puede estarse repitiendo. De hecho, si miráramos atentamente a nuestro alrededor quizás no nos costaría mucho encontrar algún Willie Stark, tan autoritario y populista como aquel. Alguien al que le guste utilizar iguales o parecidos métodos. Pero que, a diferencia del personaje de la película, apenas llegue a cumplir una mínima parte de lo que promete.