El pasado 27 de noviembre, festividad de Nuestra Señora Milagrosa, se cumplieron 22 años sin Gloria Fuertes, la poeta de los niños y no tan niños. Resulta impagable el esfuerzo, el empeño de esta señora de las letras, sencilla, cercana, inolvidable, por acercar los libros a los niños, por fomentar un hecho incuestionable que los niños se acercaran a los libros. Su mejor herramienta los poemas sencillos pero bien trabados, asequibles al entendimiento de chicos y grandes, y su presencia, a partir de los años 70, en programa infantiles y juveniles de TVE como “Un globo, dos globos, tres globos”.

Nos dejó con 81 años, una mente privilegiada, un extraordinario bagaje literario, no sólo poético, también destacó en narrativa, teatro y fue realmente prolífica como autora de literatura infantil. Cuánto le debe la poesía a Gloria Fuertes. Y cuan olvidadizo es el mundo de la poesía que deja pasar un año y otro la fecha del adiós de esta poetisa madrileña, nacida hace más de 100 años en el castizo barrio de Lavapiés, sin un homenaje a su recuerdo a través de sus obras.

Sostenía Neruda que todos los poetas son buenos, incluso los malos. Nada más incierto. Los malos son malos de solemnidad, se recrean escuchando las imbecilidades que escriben. Imbecilidades carentes de sentido, o tienden por la grandilocuencia o por la cursilería, sin cadencia, sin rima, ni en consonante ni en asonante, ni saben utilizar la metáfora, ni la metonimia ni la hipérbole, dicen inspirarse en la madre naturaleza, en las cosas sencillas de la vida y lo que hacen es destrozar un arte en el que tantos tocaron o directamente alcanzaron la gloria.

Gloria Fuertes sólo puede estar en la gloria, en ese parnaso celestial en el que, sin lugar a duda alguna, ocupa un sitial preferencial. Recordarla es labor de todos, también de las instituciones relacionadas con la cultura. Dueña de un lenguaje atrevido y gráfico, nunca anduvo con absurdas divagaciones, iba al grano. Durante toda su existencia fue como ella misma se denominaba la ‘poeta de guardia’, quizá el título más emblemático de toda su obra: “Otra noche más ¡qué aburrimiento!......y nadie suena o quema o hiela o llama, en esta noche en la que, como en casi todas, soy poeta de guardia”.

A buen seguro que allí donde está, sigue hablando en rimas pareadas, pasión que desarrollo en la adolescencia, aumentando su obra sólo que ahora celestial y sigue haciendo guardia en una eterna vigilia poética, junto a los que duermen y a los que se duermen en unos laureles inmerecidos. Gratitud inmensa a Gloria Fuertes, por su enorme legado.