El filósofo francés, Edmond Thiaudière, escribió que “La política es el arte de disfrazar de interés general el interés particular”.

Y todo disfraz, además de una vestimenta con la que alguien cambia o modifica su aspecto para no ser reconocido, es también el medio que se emplea para ocultar algo nocivo.

La mayoría de las personas que se dedican a la política se mueven por intereses muy diversos, pero por intereses. Sin embargo, en muchas ocasiones es difícil imaginar cuáles son. Asistimos a momentos muy difíciles, donde todos deberíamos estar unidos y el mundo sigue pareciendo una torre de Babel, llena de contradicciones, ocultamientos y mentiras, por parte de muchos de los políticos que dicen que gobiernan, aunque los resultados de sus acciones sean demoledores y lo contrario a lo que prometieron en campaña.

La filósofa judía, Hannah Arendt, en su artículo, “Verdad y mentira” analizó el concepto de mentira política organizada intentando comprender si siempre es legítimo decir la verdad en política, basándose, en el daño que la política podría hacer a la verdad, por medio de la mentira. Lo escribió a raíz del juicio del criminal de guerra del nazismo Karl Adolf Eichman, responsable directo de muchas de las deportaciones de judíos a los campos de concentración.

A pesar de que fue capturado al final de la guerra por las tropas estadounidenses, logró escapar y acabó viviendo en Argentina. Años después, fue reconocido por un judío ciego, vecino suyo, cuya hija se hizo novia del hijo de Eichman. Ella empezó a contarle cosas de la familia del joven a su padre y así fue cómo él descubrió quién era en realidad aquel vecino. Fue allí capturado por las fuerzas del Mossad y llevado a Israel.

Lo reconocieron al comparar el lóbulo de su oreja izquierda con unas fotos que le hicieron de forma secreta, porque era esa su parte más fotografiada antes de cambiar de aspecto.

Fue secuestrado, sacado del país y sometido a un juicio en Israel. El jurado lo declaró culpable de genocidio. Fue condenado a la horca por crímenes contra la Humanidad.

Entonces Harent escribió un estudio sobre el juicio, Eichman en Jerusalén. Un estudio sobre la banalidad del mal, donde expuso que cualquier hombre en determinadas circunstancias puede realizar actos monstruosos porque crea que es su trabajo o su obligación, al ser víctima de un régimen totalitario. Ella ni cuestionó su condena, ni su muerte final. Pero acusó de montaje a los acusadores, que quisieron hacer creer que se trataba de “un caso estrella”. Sí creyó la filósofa que merecía la pena de muerte por no haberse opuesto a los crímenes y por haber colaborado eficientemente en el exterminio, incluso excediendo las órdenes de sus superiores directos.

Y en estos días hemos asistido atónitos a un asalto al Capitolio americano, su Cámara de representantes y su Senado, por un grupo de exaltados tras uno de los discursos del presidente Trump, que ha logrado dividir a la nación y hacer que se enfrenten sus ciudadanos.

Afortunadamente el cambio de gobierno se ha producido en las últimas elecciones. Y ahora toca recoger escombros y apaciguar al país para evitar males mayores.

Por estas latitudes también soplan ideas totalitarias radicales nacidas de políticos que cada día defienden una idea y la contraria, y si lo seguimos permitiendo, acabaremos como en Venezuela, por poner un ejemplo.

Podemos justificar nuestra indignación generalizada, por los continuos sobresaltos a los que nos vemos abocados cada día en nuestro país, al que también intentan dividir algunos de los ignorantes e incompetentes, que no saben lo que significa gobernar.

Vaya desastre que estamos añadiendo a la pandemia.

Porque seguro que estamos ya en el pico de la tercera ola o muy próximos o eso dice más o menos, el que parece ser el mayor experto desinformador, encargado de informar, nombrado por el actual gobierno.

Todas estas actuaciones sin sentido dan fe de que no es nada fácil salir del bucle de la banalidad del mal. Cada día lo ponen más difícil con sus trivialidades, sesiones de maquillaje y actuaciones insustanciales.

¡Con la que está cayendo!