No es prudente, ni conveniente, cuando se toman medidas restrictivas, medir con diferentes varas. Se establecen las siempre odiosas comparaciones y la polémica está servida. Ya son demasiadas las polémicas que generan los desacuerdos entre la administración central y las autonómicas para que haya que crear otras nuevas y absurdas. Si se hiciera todo de forma inteligente, se evitarían los enfrentamientos, las críticas, las confrontaciones. Pretender una política idílica entre todos los grupos es un sueño imposible. Hay que arbitrar medidas, repito, inteligentes a la hora de establecer limitaciones para contener el coronavirus.

Al final, Castilla y León en su pulso al Gobierno no se ha quedado sola. Otras comunidades, gobernadas por PSOE, PP y otros partidos, están en la misma línea. Quizá han sido menos osadas pero también están pidiendo a voces medidas urgentes y más drásticas para evitar aquello de lo que nos dan cuenta todos los días: el aumento progresivo en los contagios y las defunciones.

Aun siendo muy optimista, demos por perdida la batalla de la hostelería a la que han inmolado en el ara de los sacrificios. La hostelería tampoco presentó batalla en ningún momento. Se dejó llevar. Esperó. Salió tímidamente a decir basta y pare usted de contar. Tenía todas las bazas a su favor, sabiendo que no es la hostelería la culpable de los contagios, sino el entorno familiar.

Volviendo a los repartos desiguales o lo que es igual a las limitaciones en los aforos, cómo es posible que la Junta de Castilla y León permita en cines, teatros, auditorios, museos, bibliotecas y salas de exposiciones, un aforo máximo del 33% y en los lugares de culto, un tercio del aforo con un máximo de 25 personas por templo. Semejante ‘numerus clausus’ es injusto e impide el ejercicio del derecho fundamental de la libertad de culto a personas que podrían ejercerla en templos que pueden acoger, aun con estrictas limitaciones, a más de 25 personas sin poner en riesgo ni la salud propia ni la ajena.

Rectificar es de sabios. Y eso es lo que hace la Junta. Entiendo la importancia de la cultura, su salud, un tanto resquebrajada. Pero también entiendo la importancia del culto a sabiendas de que la salud espiritual también está en peligro. Por superficie y volumen, nuestros templos son seguros. Entonces, ¿a qué esperan? Por si no lo saben la Iglesia es consciente del grave momento sanitario que atravesamos y como todos los demás implicados en el reparto también toma medidas drásticas en sus templos que impidan la expansión del virus. A eso se llama actuar con responsabilidad. La que todavía necesitan tantos.