Íntima penitencia en la Pasión de Villarrín de Campos

La lluvia impide la salida en procesión de los cofrades de la Vera Cruz que, en silencio y con resignación, desfilaron por el interior de la iglesia de Nuestra Señora de la Asunción

VÍDEO | Procesión de los penitentes de Villarrín

M. J. Cachazo

Los peores presagios se cumplieron y la procesión más esperada en Villarrín de Campos, la de Los Penitentes, finalmente no pudo recorrer en silencio las calles del pueblo durante la tarde del Jueves Santo. La decisión de limitar el desfile al interior de la iglesia de Nuestra Señora de la Asunción se pospuso hasta después de la celebración de la eucaristía, con la esperanza de que las lluvias amainaran y los cofrades pudieran revivir su particular penitencia.

La difícil decisión de acotar al interior del templo la procesión fue comunicada a los feligreses una vez finalizada la eucaristía y, en todo momento mostraron su comprensión, al ponerse en la piel de los hermanos que desfilan descalzos y que cubren su cuerpo con una fina mortaja blanca.

"Con este tiempo no se puede salir", asintieron los vecinos, quienes recordaron que en las tres últimas décadas nunca se había suspendido la procesión de Los Penitentes. No obstante, se impuso la prudencia para evitar que los cofrades se expusieran al fuerte aguacero y que la venerada imagen de Jesús Nazareno pudiera sufrir daños.

Durante todo el día los cofrades dirigieron su mirada al cielo con la esperanza de que el temporal diera una tregua. Como manda la tradición, las campanas de la iglesia de Nuestra Señora de la Asunción llamaron a los hermanos de la Vera Cruz a una cita ineludible durante la Semana Santa y, ante las intensas lluvias, muchos de ellos optaron por trasladarse en coche hasta la rampa de acceso al templo.

A la hora fijada para el inicio de la procesión, que este año se retrasó hasta las 17.30 horas para favorecer la llegada de más visitantes y recuperar la esencia de los primeros desfiles, las lluvias no cesaron y, poco a poco, se fueron diluyendo todas las posibilidades de revivir con fervor y desde el más profundo silencio, el desfile por el recorrido habitual. De hecho, las impolutas túnicas blancas ya preparadas, se quedaron en el interior de las casas de aquellos cofrades que optaron por no vestirse, conscientes de que las opciones de procesionar eran mínimas.

Con los pies descalzos y con los brazos cruzados, los hermanos de la Vera Cruz que no faltaron a la cita traspasaron el portalón de la iglesia, en la que fueron recibidos por los tres mayordomos de la cofradía, ante los que hicieron una ligera reverencia con la cabeza. De forma ordenada, accedieron al interior del templo, en el que se respiraba un profundo sentimiento de respeto y fervor, que compartieron con el resto de vecinos. Finalmente, el desfile tuvo que celebrarse al abrigo de los muros del templo, en el que la cruz parroquial, el pendón de la cofradía y la cruz tallada de Cristo guiaron al resto de penitentes en el corto recorrido.

Singularidades

Una de las singularidades del desfile del Jueves Santo es que, en todo momento, los hombres y mujeres cofrades guardan un anonimato que esconde el sacrificio de la penitencia y ni siquiera los vecinos conocen su identidad.

La cofradía de la Vera Cruz, que acumula más de seis siglos de antigüedad, ha logrado transmitir un legado de incalculable valor que ha encomendado proteger a las nuevas generaciones sin desdibujar su autenticidad. Los vecinos de Villarrín y, de forma especial, los cofrades de la Vera Cruz, tendrán que esperar un año para volver a sentir y revivir uno de los momentos álgidos de su Semana Santa.

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