El trono vacante de San Atilano estará ocupado en cuestión de días y el nuevo obispo habrá de enfrentarse a una diócesis que languidece presa del envejecimiento, la dispersión y la falta de sacerdocio. No es una plaza fácil. El cuentakilómetros de cada párroco aumenta semanalmente a una velocidad vertiginosa, pues cada vez deben hacer más esfuerzos para llegar a todos los feligreses que viven en los recovecos de la España Vaciada, en la periferia de la periferia. Además, la Diócesis de Zamora presume de tener una Semana Santa de las más representativas y arraigadas de España, pero eso supone también un esfuerzo extra para todos los dirigentes de la Iglesia que recalan en este territorio, pues no son pocas las polémicas con las que deben trabajar. Tras más de un año de sede vacante, este mes de octubre está prevista la llegada del sucesor de Gregorio Martínez Sacristán. Y esto es lo que se va a encontrar.

Dispersión geográfica. La Diócesis de Zamora abarca prácticamente todo el territorio provincial, excepto una parte del norte, que se localiza en zonas de Sanabria, Carballeda, Tábara y Los Valles, y que pertenece a la Diócesis de Astorga. A día de hoy, se mantienen abiertas trescientas parroquias en el conjunto diocesano de Zamora, que está dividido en siete arciprestazgos. El que incluye mayor número de personas es el de Zamora capital, donde se localizan quince parroquias para 48.600 ciudadanos, según los datos aportados por el Obispado. Cinco de ellas se encuentran bajo la Unidad de Acción Pastoral “El buen pastor”, que abarca la actividad de San Juan, San Ildefonso, San Vicente, San Torcuato y Santa María de La Horta. No obstante, atendiendo al número de parroquias, el más grande es el de Aliste y Alba, con 84 iglesias que atender en otros tantos núcleos de población.

Bajo mínimos. Los últimos datos aportados al concluir el pasado año por el Obispado de Zamora arrojaban una cifra de 104 sacerdotes en el conjunto del territorio. De ellos, tan solo ocho contaban con menos de cuarenta años, por 53 en edad superior a los 75 años. La información actualizada en la Diócesis, no obstante, habla de 64 sacerdotes en activo que se reparten las 300 parroquias existentes en la división diocesana. La media saldría a cinco parroquias por cada cura, aunque eso no termina de cuadrar. El arciprestazgo que cuenta con más sacerdotes es el de Zamora, con veinte activos y cuatro religiosos. El que menos, el de Sayago, con cinco sacerdotes en oficio para 56 parroquias. Aquí, la media, se dispara a diez iglesias por siervo. A todo ello habría que añadir una media de edad muy avanzada, lo que complica todavía más las cosas a una Diócesis que ya de por sí encuentra dificultades para llegar a todos los puntos donde los fieles reclaman asistencia.

Unidades de Acción Pastoral. La dispersión y la falta de sacerdotes obligó al Obispado de Zamora a crear estas demarcaciones en el año 2006. Se trata, de manera simple, de una agrupación de parroquias que, a menudo, están gestionadas por un solo sacerdote. El caso que más llama la atención es el de Fernando Lorenzo Martín, probablemente el cura más ocupado de España. Bajo su dirección operan nada menos que 28 parroquias de Aliste, que tiene que atender de manera milimétrica para poder llegar a todos los feligreses. También en Aliste destaca la labor de Teófilo Nieto, con 15 parroquias bajo su tutela. Y en Sayago, Florentino Pérez, que desde Bermillo atiende un total de 18 iglesias de la comarca. El nuevo obispo deberá estudiar si mantiene este mapa de demarcaciones o apuesta por una reordenación.

Semana Santa. El ocupante del trono de San Atilano deberá afrontar la siempre complicada tarea de lidiar con la Semana Santa de Zamora y sus entresijos. Si bien la representación local ofrece empaque a la Diócesis, no es menos cierto que las relaciones deben ser quirúrgicas entre Iglesia y cofradías. Bien lo sabía el último obispo, Gregorio Martínez Sacristán, quien se vio obligado a dictar sentencia en no pocas ocasiones. Lo hizo en apoyo de Isabel García, la primera presidenta de la Junta pro Semana Santa a la que no dudó en brindar su confianza desde el inicio. También reprendió a las cofradías que se negaban, con argumentos desfasados, a incorporar a la mujer a sus filas. Y su último enfrentamiento fue con Vera Cruz y Santo Entierro por las meriendas de Jueves y Viernes Santo.

Familias en la pobreza. La pandemia del coronavirus ha cronificado otra enfermedad de la que esta provincia no termina de curarse, que es la de la pobreza. Cáritas Diocesana de Zamora calcula que, desde el decreto del estado de alarma el pasado mes de marzo, el número de atenciones por parte de la organización se ha triplicado en el conjunto del territorio. La pérdida de empleos ha supuesto un menoscabo en la economía de miles de familias y los responsables del colectivo no dan abasto para cubrir la más básica de las necesidades, que es comer. El nuevo obispo aterrizará en Zamora en mitad de una de las más complicadas situaciones a nivel social de las últimas décadas y tendrá que hacer frente a un incremento exponencial de la pobreza con los recursos existentes y los problemas añadidos, y ya evaluados, de la dispersión y el envejecimiento de una población que no pasa por su mejor momento.