Opinión

La confianza

CARTAS

CARTAS

Para saber "con propiedad" y para que se entienda más y mejor a qué nos referimos, sin lugar a dudas, a ambigüedades, a malos entendidos, es siempre conveniente acudir a los textos "canónicos", es decir, "conforme", que definen los conceptos, de forma y manera, que son, o deben serlo, entendidos y aceptados por todos. Así, si nos referimos a la "confianza" el Diccionario de la Lengua Española de la RAE, la define como "1. f. Esperanza firme que se tiene de alguien o algo". Por lo tanto, que se presume, por ejemplo, que "cumple lo dicho, lo pactado, lo manifestado"; lo que tanto se valoraba en la "antigüedad", más que "cien tesoros escondidos", podríamos afirmar.

La gente "de bien" tenía, pues, como el mayor de sus "tesoros" la opinión fundada, sensata, respetuosa, empática, de sus semejantes, que se manifestaba, entre otros aspectos, en la "confianza" que su quehacer diario y coherente les inspiraba; todo lo cual es fundamental en todo tipo de relaciones humanas, sean laborales, familiares, ciudadanas.

El trato entre las personas debiera estar presidido por la confianza recíproca para que el fin que persigue sea óptimo para lograr el bien que cualquier actividad humana debiera procurar, como la satisfacción de las necesidades, demandas, la tranquilidad, las expectativas justas, ecuánimes y deseadas.

Cuando, por "incumplimiento" de lo dicho, de lo apalabrado, de lo acordado, de lo razonable y sensatamente esperado de los demás, se defrauda, se daña, se menosprecia, a otras personas, surge la desconfianza para el futuro, las reservas mentales, el arbitrar cuantas medidas sean conducentes ha evitar futuros agravios, a cambiar, a ser posible, de "partenaire", lo que tanto perjudica a "tirios y troyanos".

El procurar remediar el daño hecho por el "recelo, sospecha, suspicacia, escepticismo, cautela, precaución", debiera acometerlo la persona causante pues serviría, en alguna medida, para paliar el daño causado moral, económico, jurídico; como, también, de posible reflexión para evitarlo en el futuro.

La carencia de educación y por ello del recto proceder, de una mínima profesionalidad, de respeto a sí mismos y a los demás, lleva a esas situaciones que tanto descalifican a quienes las provocan, como a las instituciones a las que debieran servir con dignidad y decoro, al menos; que muchas de ellas se dedican a la enseñanza de la moral, del Derecho, (Artículo 1887, del Código Civil. "Son cuasi contratos los hechos lícitos y puramente voluntarios, de los que resulta obligado su autor para con un tercero y a veces una obligación recíproca entre los interesados)"; de la filosofía, de las Humanidades, puro contrasentido entre los que se "predica" y lo que se hace.

Lo que cuesta en tiempo, esfuerzos, trabajo, evaluar positivamente a los demás, si ello lo es, como debiera, con evidencias, por una conducta señera con los demás, y lo fácil que es perder la estima ajena por algún hecho que pudiera implicar falta de la más elemental consideración a la dignidad de los demás, por incumplimiento de la palabra dada, tan valiosa en tiempos pretéritos.

O, es que no queremos que los demás nos inspiren confianza por su buen hacer. Examinemos nuestra conducta diaria, en todos los ámbitos de nuestras amplísimas responsabilidades, para contribuir a construir un mundo mejor para todos que, supongo, es lo que todos deseamos, lo que exige entereza de ánimo, conciencia, esfuerzo y ponernos en el lugar de los demás.

He dicho.

Eduviges Bragado Calleja (Pinilla de Toro)

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